Largo paseo por Braunschweig, centro histórico lleno de casitas de cuento, castillos totalmente reconstruidos en su fachada (para poder hacer un agradable centro comercial dentro), calles tan arregladitas como nunca podré aspirar a ver en Berlín, y de pronto... esto!
Parece que no es tan fácil subirse al caballo de la modernidad; tan fácil es no intentar montarse como saltar demasiado fuerte y volverte a quedar en el suelo.
En cualquier caso, llevo dentro un ramalazo kitsch que hace que al final me gusten y todo este tipo de cosas. Curioso humor el de los braunschweigenses (?).
Braunschweig, por cierto, tiene el honor de ser la ciudad que le abrió a Adolf Hitler (un político de los años 30) las puertas a la presidencia alemana, al adoptarlo como hijo predilecto de la ciudad, lo que daba derecho a cualquier extranjero a presentarse a las elecciones generales. Curioso humor el de los braunschweigenses (?).
viernes, 5 de octubre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario